martes, 7 de febrero de 2017

Adiós al Sinaí


I

A Dios se le prohibió bajo coacción presentar algún recurso de queja por la demolición de sus Diez Mandamientos.
Del decálogo de la torá.
El primer mandamiento lo adulteraron para no contradecirse con la idolatría.
Del segundo es chocarrero disertar porque lo borraron de la faz de la tierra
y ni Sherlock Holmes sabe donde hurgonear.
El tercero y el cuarto los acortaron cambiándoles su sentido, con afecto.
Al quinto lo encogieron de un hachazo.
Al sexto y octavo mandamientos no los menearon y ningún cardenal se siente un degenerado.
El séptimo lo endurecieron un poco sobrepasando a Dios, con aspavientos.
El noveno lo agrandaron y el décimo edicto lo dividieron en dos, evitándose así un decálogo de nueve mandatos y la mofa de los que suman bien.
Es que corromper un término de la Revelación es corromperlos todos, gangrenarlo todo.

Deuteronomio 5:7-21; Deuteronomio 5:1; Mateo 5:18

II

Los mandamientos de la iglesia son mandamientos de hombres y los mandamientos de la Escritura no son insuficientes. El concilio de Trento es un torrente de preceptos odiosos, violentos y políticos, que declaró anatema a todo lo que se mueve. El concilio o dogma que no posea como roca al evangelio puro de Cristo es una apostasía. Los mandamientos son diez no quince.

Mateo 15:7-9


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De “Las sotanas de Satán”.




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