La meta de la renovación carismática es dejar al final todo como está, retrocediendo muy lentamente, a paso seguro, para no moverse de allí. Todo acercamiento firme al evangelio glorioso sólo trae cismas dolorosos, reproches sin fin, contrarreformas, almas redimidas, el derrame del Espíritu, la locura de la predicación.
Salmo 62:6



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