En el abuso reiterado y criminal a los menores de edad la Madre Iglesia se somete a su implacable política establecida: encubrirlo todo hasta las últimas consecuencias. La imagen pública es más relevante que la fe prostituida. Cuando un periodista taladra una cloaca o diócesis los excrementos empapelan la catedral, colegios y capillas. No es benigno informarse de la real conducta de los curas, con cualquier verdad blanda los hacen papilla. El obispo oraría y lloraría por las múltiples inmoralidades diarias, es que le duele hasta lo más profundo de su ser y se desploma cuando el antipático juez lo obliga a pagar indemnizaciones. El monseñor que preserva indemne la billetera no se desmorona. El primer truco es cambiar al pervertido de parroquia, el patrimonio de Dios debe mantenerse intacto. El encubrimiento es más apreciado que los sacramentos, un niño violado y silenciado es la gloria en el acto. Es que un menor de edad abusado y beatíficamente silenciado es el escenario perfecto y sacro para todo prelado. La Virgen María también se irrita con el pago de resarcimientos. La descapitalización es el peor de todos los pecados.
Mateo 18:6
NO SEAS CATÓLICO
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De “Las sotanas de Satán”.
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