domingo, 5 de febrero de 2017

Juan Pablo I


Era un mandamás honesto al que le complacían las auditorías contables. A los irónicos treinta y tres días estaba traicionado y exangüe. Como es la usanza, los conspiradores no propusieron la comprometedora autopsia. Para examinar el cadáver de Juan Pablo I y el de otros vicarios envenenados, primero pasarán con una aplanadora de cemento sobre Juan Pablo II y sus sucesores. La cicuta o digitoxina es una política de Estado. En el arte de perfeccionar el crimen son proyectistas prolíferos y mentores. La curia le ruega en el subsuelo a María que el Espíritu Santo continúe inhibiéndose de participar en el credo católico. La probidad horada el ocultismo financiero.

Lucas 10:3


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De “Las sotanas de Satán”.

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