domingo, 5 de febrero de 2017

Vicario superestrella



Le componen canciones y lisonjas y peregrinos se mueven cientos de kilómetros sólo para verle y emocionarse. Está más fotografiado que estrella de cine y muchos deliran por tocarlo o besarle. Sus arrastrados no admiten que el culto a su persona es idolátrico. Después de escuchar sus planos sermones nadie corre a vivir los Textos Sagrados. Actúa bien en su rol, o si no la propaganda ornamental se viene abajo. En su romanizado teatro la popular clama al divisarlo. A fans escogidos se les ha permitido dormir cerca de él. Otros, sabiendo que es una imagen pagana viva, le besan la mano y quedan suspendidos en el aire. Con el evangelio según San Mateo no les sucede igual. En su papamóvil también recepciona esa desenmascarada adoración que exaspera a Dios. Es el fetiche que no debe parecerlo. Roma posee abogados y teólogos consagrados al ministerio de legalizar esta perversión y otras. Los autógrafos no forman parte del espectáculo, las giras promocionales, los reporteros reptiles, el canturreo, los lienzos, la entelequia y la egolatría, sí.

Hechos 10:26; Deuteronomio 11:16; Mateo 8:20


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De “Las sotanas de Satán”.

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