domingo, 5 de febrero de 2017

Una buena nueva sin novedades


El ecuánime presbítero, en ayuno y oración, busca en la Escritura el purgatorio y no divisa una tilde sobre la cual crear una faramalla medianamente creíble. Del avemaría no recolecta una consonante de donde afirmarse un minuto sin sonrosearse. Se va detrás del celibato forzoso perpetuo y le comunican que Pedro y los demás eran casados. Inquiere sobre los sacramentales, los autos de fe, el interminable sacrificio de la misa, el bautismo infantil, la veneración de las imágenes y la infalibilidad papal, y comprende abochornado que lo timaron de frente. Capta que la mariología, la Tradición y la santa sede son agregados bárbaros e imperdonables. Su despejado corazón ya se convenció que la sangrienta redención del Nazareno no requiere de la religiosidad popular ni de los sacramentos ni de automatismos nacarados. Por los dinteles disponibles se fugan del catecismo. Cada día le cuesta más deshonrar el Decálogo cierto ¿Cuál es la perla de gran precio?

Mateo 13:45-46; Josué 1:8


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De “Las sotanas de Satán”.

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