martes, 7 de febrero de 2017

Diluyendo el padrenuestro en el avemaría


I

El rosario es la unión pérfida y perfecta entre los repetitivos rezos a la madre de Jesús y al Padre de todos nosotros, en una vergonzosa relación de diez a uno a favor de María. El padrenuestro vale muy poco sin el avemaría. El precepto de la Tradición pesa diez veces más que lo preceptuado en la infalible Escritura. El Nuevo Testamento ha sido postergado y disminuido, mas aún sobrevive, a pesar de los dogmas marianos. En el rosario, de antiquísimo origen pagano, rezarle al Padre o a María vale lo mismo, da igual. El católico que excluye a María se autodestruye.

Mateo 6:6-8; Salmo 55:16-17

II

Jesús fue concebido por obra y gracia del Espíritu Santo naciendo de una joven virgen llamada María.
Cantémosle a María y al Espíritu Santo.

Santa María virgen, madre del Nazareno.
Cantémosle a María y al Hijo.

La Encarnación es la voluntad del Padre.
Cantémosle a María y al Padre.

María es la Madre de Dios.
Cantémosle a María y a Dios.

Los católicos sanos se encomiendan integralmente sólo a María, al perpetuo socorro, a la abogada, a la mediadora de todas las gracias, a la Madre, suscitando una bella y piadosa idolatría que incluye rezos, dogmas, exhortaciones, novenas, estatuas, santuarios, pegatinas, bailes, canciones, poesía, películas, feriados religiosos, peregrinaciones, promesas y todo lo que corresponda a una divinidad, sutil, que se precie de tal.

En el mes de María nunca se olvidan de cantarle
al Espíritu Santo en forma directa, hasta agotarse.

Juan 14:6

III

María es la Madre de Dios, mas jamás la hubiesen ordenado sacerdote. Ella es el perpetuo socorro, pero jamás hubiese sido un obispo. Ella es la líder y madre de la iglesia y jamás hubiese sido nombrada papa. Deificando descaradamente a una mujer se excluyen del clero a todas las demás, de un santiamén y sin contemplaciones valóricas.

IV

Reconozco que en la veneración a María a veces se nos pasa la mano, exageramos. Es que con tantos rezos, dogmas, alabanzas, peregrinaciones, festivos y bailoteos, a ella, cualquier ser medianamente objetivo e informado concluiría en un tris que María es una diosa pagana. Es que no cualquiera es la madre de Dios, mediadora de todas las gracias, reina del universo y mil más.

Salmo 115: 3-4

V

Todos los humanos pecamos, María no, porque es una diosa.
Los cristianos nos arrepentimos, ella no, porque es una diosa.
La mujer casada intima con su marido, ella no, por instrucciones del Romano Pontífice. Nadie ha partido al cielo, ella sí.
María no es la madre de la divinidad de Jesús. El único ser perfecto es Jesús. María murió como todos los pecadores. Cristo Jesús, el único y suficiente mediador, se ofreció a sí mismo al Padre. Por misericordia, María salvó su alma.


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