martes, 7 de febrero de 2017

La comunión de los santos


Los católicos que están en la tierra, los que están en el cielo papal y más los que están en el ensordecedor purgatorio con sus dientes crujiendo, compondrían una congregación de santos en permanente comunión entre sí. Hermanados como los tres mosqueteros pregonan: todos para uno y uno para todos. Los muertos intercederían por los vivos aproblemados y los vivos intercederían por los muertos descompaginados por las propiedades del fuego. Pues bien: los que habitan en la tierra no son santos ni en alucinaciones esquizofrénicas, ni cuando estornudan, y lo saben; de los enviados al cielo papal por los ritos romanos, para apaciguar a las multitudes, casi todos aterrizaron en el averno, por frívolos, con alaridos que no remecen la gangrena de los curas. Con el purgatorio, invento del emprendedor espíritu comercial, transitan serenos por las veredas, pensando tontamente que nunca se asarán en esa fogata que nunca se les apagará. Los difuntos no intercederán por los vivos y los vivos aficionados a la hostia aletargadora tampoco pueden ayudar a los muertos descaminados. El espiritismo sacramentado es una práctica abominable. La tal comunión es un yerro descomunal, un chasco.

Eclesiastés 9:5-6; Romanos 8:26; Hebreos 7:25; Hebreos 9:27


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De “Las sotanas de Satán”.

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