martes, 7 de febrero de 2017

Un Dios sumiso



Dios, si llamas a algún varón al sacerdocio, te ajustarás con una fidelidad infrangible a la preceptiva del Vaticano, o de lo contrario correrás el riesgo de ser despedido de la capitanía general. Dios, sin astracanadas, erratas o primicias, tus candidatos al cuello clerical cumplirán con rigurosidad los siguientes requisitos romanos:
ser joven
soltero y sin hijos
vocación funcionaria
mentalidad de vasallo
escolaridad efectuada
poseer una lengua que ataje los penales con refinamiento
situación militar al día
salud compatible con el servicio
ser cuasiabstemio
1,60 metros de estatura mínima
no ligarse con una concubina(o) públicamente
ser buen actor en los ahogos
ser un mojigato garboso
no tener cara de parrandero o seductor.
Dios, si te seduce la gansa idea de llamar al sacerdocio a hombres casados, a abuelos, a reos, a pescadores o iletrados, le rendirás cuenta a los papas de tus facciosas y patosas espontaneidades.

Marcos 1:16-20; Job 36:23


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De “Las sotanas de Satán”.

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