martes, 7 de febrero de 2017

El beso en la mano


Aun siendo el ángel algo superior al hombre,
no consintió que el apóstol Juan le besara la mano.
Lo consideró una fantochada, un agravio.
El ángel le reveló que era su consiervo y hermano.

El consagrado apóstol Juan sintió pena y vergüenza,
mas aprendió de inmediato una gigantesca lección.
Comprendió que sólo el Salvador es venerable,
por su irreligiosa conducta el apóstol pidió perdón.

Ni el más arrogante de los líderes debe ser venerado,
no obstante miles de besos recibe el Burro de Roma.
Los Jefes de Estado son seres inferiores a los ángeles.
Este soez culto al Romano Pontífice no es ninguna broma.

El ángel poseía la luz que Roma nunca ha adquirido,
el pundonoroso Juan no renovó su terrible error.
Los Pontífices llevan siglos tratando de no asimilar,
este escupitajo a Cristo traerá secuelas de horror.

En los besos, el teatrero y granuja simula estar incómodo,
intenta convencernos de que la idolatría le molesta.
Exalta su borrachera terrenal perecedera sin risotadas,
el éxito de la taquilla papal le fascina, el anonimato le apesta.

Apocalipsis 22:8-9; Hechos 10:25-26


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De “Las sotanas de Satán”.

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