domingo, 5 de febrero de 2017

De una cabeza de piedra a una de alcornoque



Posee una sensibilidad social estridente y al igual que el diablo, cree en Dios, eso cree. Analista aplicado de los procesos históricos y ya no confía en la metralleta altruista, en el Che Guevara, en la bomba molotov. Hoy es un pertinaz predicador de la cuestión social, adinerado y alejado de la chusma y sus arrabales. Como amante del capital propio con polvos de hornear, escupe tupidamente sobre la teología de la liberación, sobre el socialismo y todo lo rojo y sus derivados. La historia no le dio la razón ni lo absolvió y le replicó que era un estúpido sobresaliente, un violentista de escritorio, un cabeza caliente. Hoy es un evangelista de los derechos humanos y siempre discipula con los ojos en blanco.
Paladín de los pensamientos liberadores y nunca ha sido soltado de sus deslices. Las debilidades lo mandan y lo vapulean. Según él, una teología que nos libere no ronda entre nosotros: ateísmo práctico. De marxista y ateo a humanista y agnóstico. La lindura es análoga, similar.

Gálatas 5:13; Romanos 8:2; Romanos 8:21


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De “Las sotanas de Satán”.

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