lunes, 6 de febrero de 2017

El acueducto



Cristo es la cabeza, el rebaño es el cuerpo y María es el cuello, el canal por donde fluirían las maravillas y bendiciones del Padre Dios, sin dejar enyesado en el zaguán al Espíritu Santo.
Dependiendo del número de dudas del practicante, esta burocracia acepta adicionar un santo o cuatro, sin enmarañar más el engorroso procedimiento. La bendición pasaría del Padre a Cristo, de Cristo a María, de María al o los santos y de éste o estos al creyente. Al Espíritu Santo tratarían de acomodarlo.
Clarísimo está que el Salvador intercediendo solo es un inepto, un muerto de hambre, un payo.
Carece de valor que Dios Espíritu Santo haya sentenciado con tanta intransigencia y lisura: “y un solo mediador entre Dios y los hombres”. El Espíritu de vida no se retractará jamás por lo escrito, por lo inspirado, por lo cierto.
¿O tal vez el cabeza de piedra del Romano Pontífice no advierte que un solo mediador significa un solo mediador y no dos o uno y medio?

¿Es María una obligación en la intercesión?
¿Es el Espíritu Santo una obligación en la intercesión?
¿o es vital que participen los dos, siempre?
¿Quién conduce a la verdad, al camino y a la vida al rebaño? ¿María o Dios Espíritu Santo?
¿Es que el Espíritu requiere de un complemento,
de un suplemento, de una subsecretaria?
¿Qué Dios Espíritu Santo minusválido es éste?

1 Timoteo 2:5; Romanos 8:26-27; Juan 14:13-14; Mateo 15:3; Lucas 18:38; 2 Corintios 12:9-10



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De “Las sotanas de Satán”.

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