I
Es descomedido el fundamentalista espectáculo de observar a un católico luchando contra los tifones para tratar de divorciarse, a como dé lugar. El bautizado se pone tan testarudo que se olvida del nombre de la mamá de Jesús y niega la resurrección si así la desesperante situación lo amerita. Usa preservativos por cestas y maldice con alborozo todo lo que le incomoda de su santa iglesia y saluda lloroso al papa con un pañuelo benefactor que mueve de lado a lado con el beneplácito y animación del enflautado redondel vaticano. Le musita al purpurado que se inserte la excomunión por donde le quepa, con vocablos no pulimentados y aguarda la semana santa hospedándose en los brazos de la imagen de la Virgen de los Remedios.
Salmo 4:4
II
Jamás una divorciada militará en una orden religiosa, por millonaria que esta sea. Esto es casi imposible. Si el sumo Pontífice se enterara de un sacrilegio como éste, ahorcaría a toda la orden con la cuerda de un piano. El vicario se emputece cuando los curas mensuran el patrimonio ajeno.
Santiago 5:3
III
Y la princesa le preguntó sin rodeos al papa: ¿cuánto vale mi divorcio? En una telaraña de tretas jurídicas, éticas y comunicacionales, le concedieron el piadoso sacramento del divorcio. Los sopistas se casarán por segunda vez, en las sagas del purgatorio.
Proverbios 15:27
NO SEAS CATÓLICO
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De “Las sotanas de Satán”.
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