El narciso lenocinio de seis estrellas es estratégicamente pomposo y receptivo. Todas las rameras, novatas y versadas, deliran por darle un beso en la mano, de rodillas, a la gran prostituta, la más famosa y desvergonzada de su género.
Desde el epicentro de las más variadas actividades, cada meretriz graduada, cada diócesis o cloaca, la ensalzará como es debido, sin ñoñerías o timideces.
Gobierna su multinacional mancebía con prestancia y finura, sentada sobre siete colinas. Las querellas del recuerdo no le generan líos, remordimientos ni arrepentimientos sinceros. No hay jaquecas, visitas al siquiatra o al confesionario, por las fechorías de cada año, de cada centena. Son infalibles predicando, hurtando y copulando.
Las mujerzuelas uniformadas más cercanas le succionan el dedo gordo del pie todos los minutos laborales de cada data. Sólo los mejores diamantes e investiduras serán para ella, la seductora, siempre sensual y elegante. No utiliza toallas higiénicas ni tampones esta hembra persuasiva con el patriciado. A los banqueros les muestra una teta y más.
Es culta, políglota, provocadora y refinada. Su sigiloso estilo de dirección es inconfundible. Las grandes decisiones las toma entre bambalinas con una clara política de piernas abiertas a puertas cerradas.
Es veleidosa y antojadiza en sus excesos y se pone histérica con facilidad y disimulo. Ningún lacayo la reprocha y sus lameculos la veneran contemplándola, con inciensos. Quedaron enajenados las demarcaciones y el pudor en el gaseoso culto de adoración a su persona.
Posee una cintura esculpida excitante en un cuerpo curvilíneo y lujurioso. La lascivia es lo más estimulante en su reino. Corazón áspero, espíritu interfecto y las ambiciones monetarias no la desfiguran. Como a las vampiresas les molesta el sol, crearon el suyo, de escarlata y púrpura. Cuando las cámaras de televisión se apagan, el evangelio puro de Jesús le causa espumarajos.
Sus tentáculos administran la perdición global con vehemencia y una draconiana eficacia. No se infiltra un rayo de luz que despierte a los parroquianos. Si esto sucede, las sutiles nuevas versiones de la aleve Santísima Inquisición se encargarán del tema con hogueras figuradas, por ahora.
Vestida de blanco es una reina que seduce al más sabio de los ciegos, flirteando. Su resplandor brilla desde el centro de la tierra. El que descienda verá su impresionante mansión sempiterna. Con el dinero es una malabarista con los ojos enmantados, parada en un talón, sobre una baranda.
Es coqueta con todos los que la quieran besar pero sólo fornica, dantescamente, con los millonarios y poderosos, sin las impías pastillas anticonceptivas. Según sea el caso, sus crímenes los cubre con una pala o con un rostro circunspecto y etéreo.
Refunfuña con el que no accede a sus caprichos. Todos bailan desnudos y apretaditos. Ella elige la canción, el horario, el lugar y la pose, casi siempre.
Es la gran prostituta, gallarda y falaz, madre de una religión alienante y populachera. Espera sentada sobre siete montes con pavorosa displicencia e irreverencia, que la función termine lo menos luego posible. La pureza ofende crudamente su idiosincrasia y pone al fraudulento purgatorio como su único alivio, transformándolo en la suave entrada al infierno, que todo pagano bautizado pedía en las encuestas.
El postrero apagará la farola que el primero extinguió en el siglo cuarto.
Apocalipsis 17:9; Mateo 23:13-15; 1 Timoteo 6:10; Hechos 8:20-21


NO SEAS CATÓLICO
http://noseascatolico.blogspot.com
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De “Las sotanas de Satán”.
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