domingo, 5 de febrero de 2017

Un sepelio en la lucífuga nueva Belén


Finalizados los tsunamis de sentimentalismo y de sentidas condolencias demagógicas y políticas que suscitaron su incomponible partida, el adúltero vuelve a las brasas de su amante, el trolero a sus misas, el sacramento a sus legendarias impericias, el vicioso a su tabaco vitalista y el canal católico a su reality, a sus culebrones y a los otros manjares con los cuales adoran a su padre incesantemente, y el papa polaco aún no es enterrado. Los bíceps de este sentimentalismo no alcanzaron a trasladar en andas a la justicia italiana a los banqueros de Dios y menos para realizarle una autopsia plausible al envenenado Juan Pablo I. La fastuosidad es su lucífero marbete. Se secan las lágrimas y la blasfemia sigue reinando.

1 Timoteo 3:1-7


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De “Las sotanas de Satán”.

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