domingo, 5 de febrero de 2017

Al presbítero


En el tiritante juicio final no dirás que no te lo ladraron con amplificadores urticantes, que no te lo arrojaron a la cara con baldes, que no te garrapatearon un mal poema, que no lo sabías o que te enfundaste las orejas, que no te lo comunicaron o que eras un tarugo. Ese efugio de que eras un papamoscas, de que nadie te predicó el evangelio verídico, de que nadie te sopló la palabra dura, de que nadie se apiadó de ti, de que nadie te dio un indicio con un siga la flecha, agravarán tus faltas, tus atriciones, tus pretericiones. Cuando omitiste, una y otra vez, la metamorfosis de lágrimas amargas y foscas, la humillación total al rey de reyes, renunciando de veras al pecado, sin saudades, ya eras propiedad del enemigo, eras el refractario mismo. En ti, la única divergencia entre la nueva y la vieja criatura, es tu traje cincelado por las patrañas de la Tradición. Tus neuronas aceptaron al Señor con conmoción, mas tu corazón se quedó en el agujero de hiel, con un talón en el mundo, casi planificadamente. Tu misticismo de alcantarilla es el caldo de cultivo, el feto con el que asciendes a la sima.

1 Samuel 12:15; Juan 15:14; Mateo 9:36


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De la antología “LAS SOTANAS DE SATÁN”

http://lassotanasdesatan.blogspot.com


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