domingo, 5 de febrero de 2017

Discresión canallesca ad hoc


Yo, como obispo de la santísima iglesia católica soy un eximio catedrático del encubrimiento o no sería un obispo titular. Mis aletas episcopales protegen hasta la insania los escándalos clericales, con muy raras excepciones.  Si al cura lo fotografían masturbándose, lo cambió de nación; si embaraza a alguna feligresa, lo envío al último cobijo misionero; si es una yegua muy alocada cruzará el océano; si es un robador ilustre y audaz, de seguro lo contrata la banca vaticana. Somos veteranos en ocultar la pederastia y los blanqueos. La beatitud consiste en no ser sorprendido. Por ningún motivo un obispo arrastraría de la testuz a los tribunales de justicia a un clérigo delincuente por iniciativa propia. Jamás. Es inconcebible. Irrelevante es la magnitud de los delitos en mi sede:
¡yo, los encubro todos!
¡yo, los encubro a todos!
¡yo, lo encubro todo!
Soy un encementador, una tapadera. El mentecato que se precie de tal no cuestionará mi pulcritud. Con los reporteros, coterráneos y encimeros, soy un arcángel de yeso, doloso y locuaz. 

1 Timoteo 3:1-7


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De la antología “LAS SOTANAS DE SATÁN”

http://lassotanasdesatan.blogspot.com


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