lunes, 6 de febrero de 2017

La colaboradora indispensable e insustituible



El Redentor asistía solo a la gente,
sin ninguna ayuda de su mamá.
Sanaba a los enfermos totalmente solo,
jamás se vio la nariz de su mamá.

Nadie más que Él murió por nosotros,
la sangre de María no fue derramada.
Solamente en Cristo hay bendiciones,
los demás nombres no sirven de nada.

Todos iban derecho al Mesías;
nadie acudió a María como comediadora, nadie.
Ni el tarado más preciosista la consideró.
Dejar de mirar a Cristo es aciago y macabro.

En los tres primeros siglos del cristianismo
la mariología no residía ni debajo de las piedras.
Los babilónicos inocularon la sana fe.
Este sacrilegio es una cefalalgia, una hiedra.

Mateo 11:28; Mateo 20:30-34; Hechos 4:12; Juan 14:13-14;
1 Corintios 8:3-7; Juan 7:38; Marcos 12:24


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De “Las sotanas de Satán”.

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