domingo, 5 de febrero de 2017

La defunción en sí


Ojalá que la muerte te pille confesado, rejustificado, o mejor...que no te aprese todavía. El abrir los sentidos en el patio de los callados no te ocasiona esa espontánea carcajada incontenible. Las fluctuaciones te atacan con su infantería, desbaratando esa cristiana seguridad que nunca atrapaste, ni siquiera en el orgasmo de la semana santa. Las premoniciones te suspenden en la cuerda floja y en el perímetro de una depresión existencial con resaca, con el manual de incógnitas densas en el envés. Si no renuncias a tus exquisitas liviandades y a esas retrecherías y ambigüedades que con tu inconmensurable esfuerzo justificarían tus típicas infracciones, esas de santurrón ordenado, tu alma de anacoreta no anunciará risas de gloria. La extremaunción borraría los residuos de tu mohosa vida, preparándote para las bonificaciones de un purgatorio que impide que los bautizados no ardan en el incendio eterno por mientras respiran aquí. La finalidad es que asimilen una narigada de sosiego, ya que el responso es una tragedia inenarrable. Con esta droga suprimen la realidad post mortem. Los gusanos están ávidos por su merienda y tu oscilante aprensión no resuelve el destino de tu interior y blablablá arrollados. Los sacramentos son analgésicos efímeros. La pecaminosidad enterró el hacha en la plaza de armas de tu ensimismamiento fosilizado. La Tradición te arrastra al barranco con una burla amplia y un puñal para la vena yugular en la hora encajada ¿Es tu réquiem la causa de un carnaval? ¿Condenación de muchos, consuelo de tontos? ¿Te huele el purgatorio a magia blanca? ¿Compartes tu gozo de ultratumba con la turba?

Juan 8:51; Romanos 6:22-23


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De “Las sotanas de Satán”.

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