lunes, 6 de febrero de 2017

La transubstanciación



En los judíos, la sola idea de beber sangre humana era una aberración, un ilícito condenado tajantemente por Dios. Si en la última cena ningún apóstol le reclamó a Jesús, era porque la ceremonia era simbólica y el alimento espiritual. Es obvio que los apóstoles no se bebieron la sangre que todavía no se derramaba en la cruz. Ningún apóstol pensó que se comía a Cristo. El canibalismo incruento veja al Creador ¿Es la santa cena un ritual que conmemora a una persona que está presente y lista para ser asesinada y digerida por la grey? ¿Cuál es el destino de las sobras de la sangre y del cuerpo de Cristo un año después de concluida la misa? ¿Terminan arrojando al tarro de la basura los residuos del cordero de Dios inmolado? ¿Si se roban una hostia consagrada de la catedral se están robando a Jesucristo mismo, entonces? A Cristo lo adoran, lo matan y se lo comen. Cristo ya no muere ni morirá, aunque los curas lo asesinen un millón de veces por día. La muerte ya no se enseñorea más de Él. No existe el subterfugio que lo haga fallecer otra vez.

Levítico 17:10-14; 1 Corintios 11:24-26; Juan 16:25; Romanos 6:9


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De “Las sotanas de Satán”.

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