lunes, 6 de febrero de 2017

Las complejidades de la redención



I

Las confesiones que se ejecutan, hacen de los pecadores bautizados y confirmados creyentes estropeados e impotentes frente a las más rancia de las tentaciones.

O estás justificado o no lo estás.
El único mérito es la sangre preciosa.

No son los sueños bien escritos
o las apariciones de demonios vestidos de mujer;
o las plásticas palmaditas prelaticias;
o las anotaciones positivas en tu hoja;
o el apego a la Tradición viva,
experta en succionar el aceite de las lámparas;
o los sacramentos, fabricados a pulso;
o los sacramentales que complementan la bufonada
o el infundado purgatorio para el que tiene mala puntería.
No, nada de esto es una fracción de la redención.

La gratuita salvación del alma brota quedándote quieto en tu escritorio o arrodillándote en medio de la macana. El giro violento de ciento ochenta grados es el timbre del estado de gracia. Dios se muestra y se revela a sí mismo a través de la Sagrada Escritura, cabalmente, única y suficiente Palabra de Dios en aquellos que le creen al Padre. La fe y la práctica del discípulo se ponen de pie sólo sobre la Biblia.

O eres una marioneta del Espíritu Santo y un exterminador de la mariología romana, o eres un chocarrero huero, un furris.

Aceptando a Cristo Jesús como tu dueño y benefactor, te embolsarás una morada celícola ahí, libre de gravámenes o sacramentos. El católico de buena cepa es un irredento recalcitrante. O eres una marioneta del Padre o nada.

Hechos 3:19; Hechos 17:30; Jeremías 18:11; Romanos 10:2

II

En el cristianismo el nuevo pacto es entre el hombre y Dios, mediante Cristo, en el romanismo es entre el fiel y la iglesia, mediante los sacramentos y la bambolla. La iglesia católica sólo lucha por ser insustituible, por razones macroeconómicas y geopolíticas.

Juan 3:18; Juan 6:35


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De “Las sotanas de Satán”.

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