lunes, 6 de febrero de 2017

Por sus llagas fuimos curados



A pesar de las fechorías de este rito y los otros rezos, cada cierto tiempo bien dilatado, al parecer uno que otro se sanaría milagrosamente, por las oraciones a Jesús de terceros y segundos. La misericordia atrapa los confines incapturables. La Unción de los Enfermos es un deber laboral. Dolientes y moribundos siguen con ese sufrimiento incrustado con furia en el epicentro de la sustantividad. Tomar en serio este inocuo sacramento, de pacotilla, es parte de las más apreciada ética sacerdotal. Cuando el individuo egresa sano de la clínica buscan de inmediato con una motocicleta de rally elementos para que el candidato llegue a beato. Todos quieren que su difunto regalón suba a los altares a darle auge a los deprimidos ingresos del mecenas, que lo vio luchar con altruismo por el trofeo. La sanidad divina los deja turnios y calatos. Con o sin una investigación sumaria de por medio, toda sanidad sobrenatural efectiva, se le adjudicará total y completamente al príncipe de paz. Por sus llagas fuimos curados. Por la contundente y estable aflicción de la grey tampoco acribillan el camino deshilachado y equivocado.

Isaías 53:5; Marcos 16:18; 1 Corintios 12:9; Mateo 10:1


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De “Las sotanas de Satán”.

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