El ladrón que moría al lado de Jesús invocó Su nombre y fue salvado ahí mismo, sin bautismo ni expedienteos, con un vuelo directo e inmediato al paraíso. El ladrón no terminó de purificarse en el ficticio purgatorio porque la redención del Hijo de Dios es completa e in situ ¿Desde cuándo existiría el purgatorio? Los redimidos fallecidos abren sus ojos en el salón del Padre ese mismo día, antes de ser colocados en el ataúd. Para churruscarse en el infierno tampoco hay interludios. El desbragado que invoca con fe Su Nombre, Su perdón, se salva ahí mismo y en ese mismo minuto.
Lucas 23:42-43; Mateo 25:46
NO SEAS CATÓLICO
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De “Las sotanas de Satán”.
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