lunes, 6 de febrero de 2017

Los siete sacramentos de los siete montes


I

Para el católico o pecador sin vuelta,
los sacramentos son medios de desgracia.
Después del rito queda igual o peor,
lo relevante es participar de la burocracia.

Los experimentados en finanzas internacionales
no puntualizan cual ha sido el más rentable.
Cada uno aportó su cordillera de monedas de oro,
con desvelo, los siete, componen el ingreso contable.

Frente a un espejo limpio no convencen a nadie,
pero hay que ponerle solemnidad al asunto.
Todos se incorporan con reverencia a la caricatura,
por cada sacramento te anotan un punto.

Si no quieres ser más un robot de tu carnalidad,
escabúllete del catecismo de las farsas
y de los pecados escondidísimos y taponados,
pasándote al evangelio primitivo, sin comparsas.

Hasta los más gigantescos desfachatados y sórdidos
gozan del acceso recto y franco a la presencia del Creador.
Sólo necesitan clamar a Dios a través del Nazareno.
Dentro de la voluntad está ese consentimiento revitalizador.

II

Los primeros siglos la iglesia creció sin esa maquinaria ritual insalvable que hoy es el sacramentalismo. Por esto, la iglesia dejó de crecer, transformándose en una religión nominal tumultuosa. Sin plus ni contribución, su eficacia está en la ostentación. Sí, cambiaron el perdón por el rito del perdón y Roma sin sus siete serpientes es un banco quebrado. Fueron instituidos en el concilio de Trento, un milenio y medio después de la resurrección. El retraso lo causó el temor al ridículo. Si un hombre se casa con Dios hay sacramento, si una mujer se casa con Dios no. Se intimidan con el supuesto señorío del septenario sacramental. La iglesia del Redentor sólo requiere del evangelio tal cual.

Marcos 1:15; Mateo 20:30; Santiago 1:6


Resultado de imagen para marcos 1 15
Resultado de imagen para mateo 20 30



De “Las sotanas de Satán”.

No hay comentarios:

Publicar un comentario