lunes, 6 de febrero de 2017

Cielo azaroso y esbarizado


Me desperté con mi alma salvada. Pequé gustosamente chupándome los dedos y me dormí la siesta estando en el infierno porque la jugosa falta era un pecado mortal. Al levantarme hice penitencia y salvé mi alma otra vez. Así me la he llevado años. Un día estoy con los ángeles de Jesús jugando rugby y al otro día estoy bailando joropo con los ángeles de Satanás, algo tenso. El jueves soy salvo y el sábado por la noche no. Mis amotinados nervios huelen a úlcera terminal. Si una muerte abrupta me impide confesarme, mis años de sacramentos, excelentes obras y méritos, no habrán servido de nada, absolutamente de nada. Cuatreros, adúlteros, embaucadores y avaros, deben ser afortunados a la hora de morirse también. Algunos criminales que se alcanzaron a confesar están en pleno holgorio en el purgatorio rusiente. De mí no sé nada, nadie sabe nada ¿Qué será de mí? ¡Que un pecado mortal no se te quede en el tintero! Mi caso es una moneda al aire. La enraizada y mudable redención católica es una ruleta rusa tirante y desalmada. No todos desean seguir pecando en el trapecio. Otras mañanas estoy con un pie en el horno y con el otro en las llamas purificadoras. Ser un suertudo, el purgatorio y un cajón de antiácidos, son las únicas esperanzas para los católicos que sueñan con pecar y marchar al cielo a la misma vez. Tantas veces desjustificado, tantas veces rejustificado. El catolicismo es un naufragio perenne.

Romanos 14:17; Lucas 13:5; 1 Pedro 4:18; Hechos 2:28


Resultado de imagen para romanos 14 17

Resultado de imagen para lucas 13 5



De “Las sotanas de Satán”.

No hay comentarios:

Publicar un comentario