Concluido el naufragio quedaron abandonados en una isla con suficientes víveres y una Biblia, que empezaron a escudriñar, a vivir sus hojas, a compartirla y a gozarse cada día. Se santificaban de a poco, con naturalidad, casi sin darse cuenta y a veces, sin anhelarlo. Al ser rescatados por un galeón un quinquenio más tarde, fueron remitidos a Italia para su redención oficial. El obispo de Roma los conminó a enlistarse en la religión verdadera mediante una adecuada preparación, antes del vital bautismo romano. Asistían cada jornada a misa y al catecumenado. A las pocas semanas esta comunidad convertida al Señor no se convencía de las monstruosidades del catecismo, del fetichismo. Con estupor, desertaron colgados de una flecha. Volvieron con más convicción a las raíces, a la calzada apostólica, al ayuno, a la Escritura.
Salmo 119:105; Salmo 119:140; Salmo 19:7-8; Hebreos 4:12; Lucas 20:46-47
NO SEAS CATÓLICO
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De “Las sotanas de Satán”.
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