lunes, 6 de febrero de 2017

La perpetua virginidad



Al igual que sus estatuas, María siempre fue virgen. Tuvo esposo, luna de miel, juegos eróticos y prole, mas siempre permaneció virgen, en su alcoba intocada, por una impropia presión de la tradición eclesiástica. La Escritura la llama virgen sólo antes de su primer parto. León I, Gelasio I, Inocencio III y otros papas y curas, negaron la virginidad de María una vez nacido su primogénito. La infalible opinión de estos pontífices del pasado es al presente una lacra para la multinacional sacramentada con mentirillas. Una diosa con una intimidad normal desilusionaría plenamente a sus fans. Para este caso su pío sexo conyugal sería un conciliábulo en contra de San Pedro. Señalar que María fue una fogosa amante de José, implicaría desmoronar al ídolo, el arduo trabajo de centurias umbrías y la superstición tajante. Era irremediable hacer de la buena nueva una falacia indeleble para los usantes que generan dinero fresco y que son reacios a la superabundancia del Espíritu Santo, a la castidad no discontinuada. Una rapacería invoca a la otra. Por el bien de la insostenible mariología se mantendrán incoherentes, evitando a toda costa caer en la celada del evangelio sencillo y puro de Jesús de Nazaret.

Mateo 1:25; Marcos 3:31-32; Salmo 69:8


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La Perpetua Virginidad


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De “Las sotanas de Satán”.

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