domingo, 5 de febrero de 2017

Oda a la televisión católica


Los concursos de belleza y otros equivalentes, son las frivolidades que se han institucionalizado. Si el certamen lo difunden los oblatos, invitarás a la virgen María de saltarina y jurado.
A una modelo la despidieron por no mostrarle los calzones a la respetable y pía teleaudiencia. El recatado director, hipando, no la persuadió de que el comulgaba cada domingo y festivo. Una bula dispensó al canal de los líos de conciencia.
Las películas terríficas, agresivas y retorcidas, son la capacitación que los facinerosos añoran y el barreno que al niño va a descalabrar. Si el film es transmitido por la tele del angelito, las escenas violentas se beatifican por si solas. Entre bala y bala, usted se puede persignar.
Los humoristas sobrepasaron toda barrera moral. Si el chiste es pasado por ellos se enjabona. No te enrojezcas con los desviados, si el show es ordenado.
Al gran canciller le molesta la indisciplina. El desenfreno se plasmará dentro de lo reglamentado.
Los niños metrallean vocablos sucios y se encolerizan, ven dibujos animados diabólicos y mienten a toda prisa. Lo crucial es que no fallen a la misa.
Algunos programas obtuvieron una patente de cabaret, ya que registrarse como burdel sería ofender al papa. Lo primordial es que las maquilladas mujerzuelas no salgan al aire con el poto pelado. Y si son feas, el monseñor además, queda agriado.
Las películas de fornicaciones y promiscuidades son la sacra lascivia de cada día. No hay embarazos éticos si te recreas acompañado de una imagen de la virgen María.
Un afeminado guitarrista con su largo cabello, aretes, un moño de actriz, lápiz labial y su collar, estaba convulsivo porque se le olvidó el sostén. Los meticulosos curas le iban a censurar.
La excitación sexual es un fenómeno a promover. La publicidad con su impúdico bombardeo cumple con este cultural objetivo a diario. Si las eyaculaciones vociferan anomalías, ciertos programas incorporan el rezo del rosario.
El adulterio, el odio, la mentira, la necedad, la intriga, la traición, la maldad,
la infamia, la venganza, la ira, la envidia, el chisme y otros, son los trozos que arman toda telenovela. Si la transmisión es apostólica y romana, a cada capítulo le encenderás una vela.
Utilizan el trasero, el cuero y los senos, como insustituibles herramientas de la propaganda, para vender bienes, servicios y principios vacíos. La línea que divide los glúteos no saldrá al aire. Custodiar la moral pública es un irrenunciable desafío.
Este planeta sin Dios se enferma cada día más, mas una programación católica sin manchas ni arrugas es el ejemplo moral firme, incuestionable y concreto. Sostienen que esta televisión vale más que un sacramento.

Santiago 4:4; Colosenses 3:2

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